Nunca me ha gustado la gente (y mucho menos la gente que se cree importante).
Todos los que me conocen lo saben.
Por eso me dedico a escribir.
Porque soy yo sólo con mi ordenador sin aguantar gilipollas ni sus gilipolleces.
Pero esto no siempre fue así.
Hace años trabajaba con una empresa.
Y de vez en cuando me mandaban a reuniones de empresarios de otras empresas para hablar de cosas de empresarios y de empresas.
No recuerdo si eran una vez a la semana o una vez al mes.
Fuera como fuese muchas reuniones me parecen.
Ahora a eso se llama hacer networking.
Porque en inglés todo queda mejor y no parece que estés haciendo el subnormal.
Pero lo que consistía básicamente es que tú pagabas una cuota mensual (bueno, yo no, la empresa con la que trabajaba) y asistías a esas reuniones para relacionarte con los otros empresarios.
La cuota mensual se dedicaba a alquilar la sala de reuniones (que en el caso de este grupo se hacían el el Bernabéu, en el campo del Real Madrid, vamos) y en pagar el cóctel de después de la reunión.
Pues tú llegabas y te sentabas a la mesa rodeado de empresarios.
Todos muy elegantes vestidos con sus trajes de empresarios, sus zapatos de empresarios y sus corbatas de empresarios.
Y las señoras empresarias igual.
Vestidas con sus trajes de señora empresaria y sus tacones de empresaria.
Parecían importantes y todo.
Y luego me veías a mí, que visto siempre con vaqueros y camiseta, brazos cubiertos de tatuajes y piercings en la cara (y eso que en aquella época no llevaba tantos tatuajes ni piercings como ahora).
Entonces por turnos cada uno hablaba de su empresa y a lo que se dedicaba y de lo importante que es en su sector.
Sólo me acuerdo de uno que vendía seguros porque siempre pensaba que no hay cosa más aburrida y que se asemeje más a una estafa que un seguro.
Pero de los demás ni idea.
Y cada uno hablaba maravillas de su empresa y se les iba hinchando el pecho cada vez más a cada frase que decían.
No sé Rick, pero todo eso me parecía muy falso.
Si a todos les iba tan bien con sus empresas…
¿Qué hacían ahí todos los meses en vez de estar en una isla de Indonesia tirados en una tumbona bebiendo batidos de coco y hartándose a follar?
Si al menos me hubieran contado las cosas malas que tenían en sus empresas, me habría fiado más.
Porque yo soy gilipollas y lo digo.
No pasa nada.
Soy como soy y al que le guste bien y al que no también.
Pero lo que no intento es ser una cosa que no soy.
Pues después de medirse las pollas tocaba el momento del cóctel.
Una excusa perfecta para que un grupo de gente que se cree importante se emborrache.
Así que me veías ahí, un chaval con camiseta y vaqueros y al que no le gusta la gente ni los borrachos, rodeado de un montón de empresarios trajeados y borrachos.
Y que encima no me fiaba de ellos.
Pero la pregunta es:
¿Cómo puedes hacer que la gente sí se fíe de ti y de tu empresa y que además les resultes altamente interesante y que eso haga que seas más rentable?